La experiencia nos dice que la desintegración de las familias se está produciendo en forma alarmante, y que, de rechazo, la educación de los niños es lo primero que se resiente, formándose legiones de seres humanos al margen de una sana y verdadera pedagogía familiar, la única que puede dar lo que el ser humano necesita.
Y es, sobre todo la madre la que debe cargar sobre sus hombros todos estos males de la sociedad contemporánea, y es ella la que en su fuerte debilidad debe declarar la guerra y lanzarse al combate. No es posible lamentarse en la inactividad.
La gran fuerza renovadora reside en el hogar, y dentro del hogar es la madre la artífice de un mundo nuevo, porque es dueña de los corazones y por tanto, la más suave y a la vez más eficaz reina de las almas.