Henry La Praz. Sacerdote Crucificado. P. Michelle Koller

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Sacerdote, responsable de la cura de almas, confesor, director espiritual y capellán de un Carmelo, el Padre Henry La Praz fue también cofundador de una escuela, fundador de un periódico y de una casa editorial católicas.

¿Cuál es el secreto de la desbordante actividad y de la fecundidad pastoral de esta breve vida sacerdotal de siete años?

El Padre Michel Koller, al reeditar la biografía de su amigo, corregida y aumentada con nuevos documentos, nos muestra la hermosa figura de un sacerdote enfermo pero a la vez fuerte y magnánimo, que encarnaba en sí la consigna de San Juan de la Cruz: “Todo, nada”: Todo por Dios, nada para mí; ¡todo para Dios o nada!

El P. La Praz vivió su Misa en carne propia, desgarrada por el bisturí de los cirujanos y crucificada por las inyecciones que ponían en sus venas. Halló la fuente de la plenitud de su santidad y de su celo por las almas en la serena aceptación de la Cruz.

Para el cristiano, el sufrimiento no es ni una vergüenza, ni una decadencia, ni un escándalo, sino la sabiduría y el poder de Dios; es el gran medio que el Hijo de Dios encarnado escogió para rescatar al mundo y arrancar las almas al demonio. “Las almas se compran –decía el Padre Pío–, y el precio que hay que pagar siempre es el mismo”: el sufrimiento. Esta es la clave del enigma de la vida apostólica de Henry La Praz.

Ojalá este sacerdote, que como Jesús, fue también hostia, nos lleve, por su ejemplo, a abrazar nuestras cruces con un valeroso corazón y a abrasarnos de celo apostólico, imitando a la Virgen María, Madre de los Dolores y Reina de los Apóstoles.

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