Meditaciones de la Santísima Virgen María. Rodríguez Villar.

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No son meditaciones explanadas, sino únicamente unos PUNTOS que se indican con brevedad, dejando su desarrollo al trabajo del entendimiento y de la voluntad del que medita. 

No hay que olvidar que en la meditación, este trabajo personal de verdadera asimilación, es absolutamente indispensable, ya que de lo contrario, la meditación se convertiría en mera lectura piadosa. 

digo trabajo, porque creo que es la palabra más adecuada para expresar lo que debe ser la meditación; pues muchas almas se quejan de no saber meditar y es que creen que en la meditación, las han de llover del Cielo las inspiraciones, luces y consuelos, sin esfuerzo alguno de su parte, y no se convencen, de que estas gracias las concede el Señor, ordinariamente, en razón directa de nuestro trabajo y del empeño y fervor que pusimos al hablar con Él. 

Ésta es, pues, la razón por qué expresamente no he querido dar unas meditaciones completas en su desarrollo, sino únicamente indicadas en breves puntos, que no ahorren el trabajo fructuoso de la meditación, sino únicamente sirvan de guía o de norma directiva en la misma. 

Por este motivo se advertirá que los pensamientos que se proponen, van en forma cortada y separados por guiones o puntos suspensivos, que no son otra cosa, sino signos para hacer resaltar alguna idea, a veces una palabra, en la que se debe fijar la atención. 

así mismo, ya que son puntos cortados y razonamientos indicados nada más, no se ha de pasar de corrido por ellos, pues si es verdad que no el mucho comer, sino el digerir y asimilar es lo que alimenta, así se ha de procurar mediante la consideración y la aplicación al caso particular y concreto de cada uno, asimilar el punto que se medita, deteniéndose todo lo que sea necesario, según aquella sabia norma de San Ignacio, «en el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré sin tener ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga» y así sucederá, que una sola meditación, dará con frecuencia materia para varios días. 

En cuanto a la disposición de la materia, se sigue el orden lógico de los pasos principales de la vida de la Santísima Virgen, pero de tal modo, que puedan servir a la vez a modo de Novenas de preparación para sus más importantes festividades y así se distribuyen, como puede verse en el índice, para los días de las Novenas de la Inmaculada, de la Natividad, de la Visitación, de la Vida de Nazaret, de los Dolores, de la Asunción de la Virgen y, en fin, de la Santa Esclavitud, que puede valer para la fiesta de la Anunciación, así como para todo el mes de mayo, terminando con las dedicadas a considerar particularmente las Virtudes de nuestra Inmaculada Madre. 

Sólo me resta, para concluir, hacer mías las palabras de San Ligorio en el prólogo de su magnífica obra Las glorias de María. Si, por ventura, te pareciere que al escribir estas meditaciones me he fatigado en vano por haber ya otras muchísimas mejor expuestas y ordenadas, te responderé con aquellas palabras de un célebre escritor eclesiástico: «El alabar a María es negocio inagotable; es como una fuente abundante que cuanto más de ella se saca, tanto más se llena y mientras más se llena, tanto más se dilata»; como si dijera: que la Santísima Virgen es tan grande y tan sublime, que cuantas más alabanzas recibe, tantas más la quedan por recibir. 

San Agustín, abundando en este mismo sentir, dice: «que no bastarían a alabarla como se merece, todas las lenguas de todos los hombres, aunque todos sus miembros se trocaran en lenguas». 

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